TABACO YA NO SOY TU
ESCLAVA
Tal día como hoy, hace 4 años, te fuiste de mi vida. Espero que para siempre. Tal día como hoy, hace 4 años, dejé de
ser tu esclava, dejé de saborearte, dejé inhalarte y casi he dejado de olerte.
Nunca pensé que lo conseguiría. Has
sido compañero inseparable desde
mi época de adolescente rebelde y pensaba que echarte de mi
vida no sería posible pero sí, lo conseguí, fui valiente y te alejé de mí. Y eso que nadie me
creía capaz, ¡yo la primera!
Sin ti he descubierto que las comidas
tienen unos sabores maravillosos, he vuelto a recordar y disfrutar olores
olvidados —aunque algunos podrían seguir en el olvido—, a que en vez de
tranquilizarme, me exaltabas más, que en el cine ya no miro el
reloj para saber cuándo podré tenerte otra vez entre mis labios. Siempre pensé
que sabías bien… ¡qué equivocada estaba!
Sé que alguien se siente muy orgulloso de mí...
ADIOS AL TABACO, DIARIO DE UN FUMADOR EMPEDERNIDO.
El próximo 21 de diciembre cumplo
cincuenta años y he decidido dejar de fumar. Llevo haciéndolo desde los 14 años
sin pausa y ha llegado el momento de plantarme. Mi relación con el tabaco acaba
en unos días y estoy ¿preparado? Convencido al menos sí, es el primer paso, el
más importante.
Tengo muy repasadas las mil y una razones
por las que debo dejarlo aunque ahora siento vértigo, ahogo. Algo parecido a un
latigazo vertical como cuando se piensa en la muerte. Soy de una generación en
la que el cigarrillo era cosa de hombres, de la que fumar era de modernos. De
la única generación que ha fumado en las aulas, en los aviones, autobuses y
hasta en los hospitales. Mi generación comenzó llevando los cigarrillos sueltos
en los calcetines aunque, eso sí, cada uno fumaba su marca. Emboquillado o sin
boquilla, americano o canario, mentolado o con filtro adicional. Puros, pipas,
de masticar, de liar, maquinillas con sus maquetas compañeras y hasta colonias.
Lo he probado todo y he pasado por todas las etapas. Para que entendamos el
grado de tabaquismo que sufro os contaré una, de las miles, anécdotas que tengo
relacionadas con mi adicción.
En un aeropuerto mexicano de regreso a
España tras unas vacaciones, viajaba solo y me vi atrapado en la zona de
embarque con muchas horas de espera por delante y otras tantas de vuelo, amén
de trasbordos y los famosos delayed. Muchas horas sin fumar me aguardaban y por
otro lado una barrera de militares que me separaban de la posibilidad de
encender el último pitillo. En aquel momento sufrí algo similar a lo que me
pasa por el cuerpo cuando pienso en que voy a dejar el tabaco.
En aquel momento utilicé técnicas de
yonki y logré fumar. Me dirigí a un soldado que tenía la culata en la barbilla
y el cañón de su fusil mirando al suelo y le conté que iba a encender un
cigarro y que me daba igual que me detuviese o que me disparase. Antes de que
pudiese reaccionar le dije que estaba de viaje de novios en Cancún y que mi
esposa se había liado con un camarero del hotel, un mexicano fornido que la
había trastornado y que yo me volvía para España solo, con toda la deuda de la
boda y el viaje y con un par de cuernos retorneados y que era enfermo de
tabaquismo y me daba igual que acabase mi vida en ese momento. El soldado cogió
mi pasaporte y me pidió que le acompañase. Me llevó a la puerta del aeropuerto
y allí me pidió un cigarro que nos fumamos hablando de Hugo Sánchez y Torrado.
En esta ocasión no utilizaré malas
artes y me voy a enfrentar con el “mono” como un valiente. Sin trampas ni
camelos. Además de las razones relacionadas con la salud, de las que
hablaremos, de las psicológicas, de la recuperación del olfato, el gusto… mmm
el sabor de las cosas, se trata de cuestiones económicas. Me siento muy mal
cada vez que compro una cajetilla de tabaco que cuesta en torno a los 5 euros.
Comprar una cajetilla me causa cargos de conciencia que me superan. Con ese
dinero come una familia de cinco personas. Me tiembla la mano.
Hoy tengo el paladar quemado por el
humo, un resfriado crónico y dificultad para respirar. Fumo una cajetilla
diaria y lo voy a dejar, de golpe, sin parches, ni fármacos. Y éste es mi plan:
1.- Convencerme. Este paso está superado. Para los que queráis seguir este método
os recomiendo que anotéis en un papel las ventajas de dejar de fumar.
Visualizarlas una a una, deteneos y haced hasta una historia con ello. Poned
también los inconvenientes, no os ocultéis la realidad, la lucha será dura y no
puede haber nada oculto o engaño. Sopesar, valorar, analizar. Una vez
convencido pasad al segundo paso.
2.- Poner fecha y comunicar el
compromiso. En mi caso poner fecha ha sido importante para ir preparando el
cuerpo. Para reafirmar los pros y afianzar la idea mientras se va reduciendo la
cantidad de nicotina que entra en el cuerpo. En mi caso he pasado a fumar la
mitad. Los cigarrillos habituales los voy alternando, privándome de uno de cada
dos. Suplo esos cigarrillos mecánicos por un vaso de agua. Intento no alterar
mi vida normal aunque tomo menos excitantes, tipo café o alcohol.
3.- Implicar en la empresa a familiares
y amigos. Hacer un diario, recibir experiencias
de otros ‘héroes’ que han conseguido salir, contar lo que se siente en cada
momento y buscar consuelo en los momentos complicados. Descubrir olores
desconocidos, sabores diferentes y aire limpio en los pulmones. Compartir esas
sensaciones con …
SOLO DEJAS DE FUMAR, NO DE VIVIR
“Yo
fumaba como un carretero, pero lo dejé cuando cumplí 50 años. Si lo dejas a esa
edad no hay ningún problema, el cuerpo se recupera y es como si no
hubieras fumado nunca”. Estas fueron las palabras que resonaron en la
conciencia de Ricardo Artola, autor de Y un día dejé de fumar (La esfera de los libros) cuando
cumplió los 50 y que le ayudaron a tomar la decisión de dejar el tabaco. El
particular oráculo griego de Artola se llama Dimitrios, “un tipo fornido y con
un color de piel saludable, que conocí en un pequeño hotel de una isla griega.
Cualquiera hubiera firmado por tener su aspecto a los 60 años, que eran los que
tenía cuando lo conocí”. Los llamados ‘síntomas inquietantes’ (obstrucción
respiratoria, taquicardias, envejecimiento de la piel, etc.) hicieron el resto.
Artola cuenta su experiencia en primera persona, sin paternalismo,
sin imperativos, sin redundar una vez más en las más que sabidas consecuencias
nocivas del tabaco para la salud, y con un característico tono cómico; lo que
aleja a Y un día dejé de fumar de los cientos de libros de
autoayuda publicados sobre este tema. “No quise contaminarme con lo que dicen
la mayoría de manuales porque fui fumador durante muchos años, negro y
rubio, con y sin filtro, picadura de liar y aquellos sensuales e interminables
More. ¡Hasta he fumado estando ingresado en un hospital! Cuando lo dejé tuve una intuición que
se cumplió y quería contar mi experiencia, por eso parto de un enfoque totalmente
distinto al habitual”, resume el autor.
Si se superan los seis
primeros meses, ya solo vuelve a caer una de cada diez personas. Nadie duda de
las dificultades que entraña dejar de fumar, “tampoco es hacer un arco de
iglesia”, matiza Artola, “pero sí un esfuerzo que te cambia la vida
agradablemente”. Dependiendo de las circunstancias personales de cada fumador,
se valorarán más o menos las distintas ventajas de abandonar este vicio. Unos
mirarán el bolsillo, otros la salud, otros apreciarán recuperar el gusto y el
olfato o simplemente apreciarán que su ropa deje de oler a humo o el aliento no
desagrade a sus parejas. Sin embargo, para este madrileño y empedernido
viajero, la mayor ventaja de abandonar este vicio es la libertad. “Cuando ya no
fumas, que en mi caso fue una constante durante unos 32 años, te notas más libre al dejar de depender y organizarte en función del
tabaco. El aspecto del deporte también ha sido curioso, cuando dejas de
fumar parece que el propio cuerpo te pide ejercicio, lo que te viene muy mal
para no engordar en la primera fase de deshabituación”.
“Cada día que pasas sin fumar es mejor
que el anterior”
El proceso de dejar el tabaco entraña
una serie de dificultades, pero la más grande es tomar en serio la decisión y
superar el primer día sin fumar. “Si se recae hay que volver a intentarlo”,
apunta el autor. La primera fase de este proceso es la más
complicada porque hasta que el cuerpo no se desintoxica
totalmente de la nicotina –alrededor
de tres días– se experimentará un mono físico. “Yo lo pasé a base de agua,
chicles y un poco de ejercicio porque tienes muchos pinchazos de hambre, casi
tantos como cigarros te fumabas”. Una vez superadas estas primeras 72 horas sin
fumar, llega la segunda fase, la del mono psicológico. Con una duración de
entre un mes y un mes y medio, en este tiempo el peor enemigo son los hábitos;
“unas costumbres que cuesta abandonar, pero menos a medida que va pasando el
tiempo”. La tercera y última fase comienza a partir del mes y medio y, si se
superan los seis primeros meses, ya solo recae una de cada diez personas que lo
intentan. La imagen icónica del tabaco ya no funciona entre las generaciones
más jóvenes
“Cada persona es única. Es mejor
olvidarse de lo que dicen de dejar de fumar”, apunta Artola en su libro, y
anima a tratar los clásicos libros de autoayuda u otros ‘métodos milagrosos’
como simples muletillas, pero en ningún caso como una panacea para conseguir
este objetivo. “Lo único que realmente ayuda es que cada día que pasa es mejor
que el anterior. Cada paso resulta más sencillo que el anterior, y el más
difícil es el primero”, asegura Artola. Sin embargo, reconoce que, como el 99%
de la resistencia a dejar de fumar es psicológica y no física, cada uno debe marcarse sus propias metas y trucos según su forma de ser y
su grado de adicción.
La decisión tanto de fumar como de
dejarlo se circunscribe pues, a la esfera personal. Por eso el escritor no cree
que las medidas legales contra el tabaquismo, como la obligación de colocar
siniestras fotografías en las cajetillas y mensajes disuasorios, cumplan
realmente con su fin. “No creo que nadie se plantee dejar de fumar
por estas fotografías, al menos en mi caso lo único que provocaba es que
buscase cajetillas con imágenes menos desagradables, pero nunca me motivaron
para abandonarlo”.
El declive cultural del tabaquismo en
las sociedades occidentales
Donde realmente habría que intervenir,
según el autor, es en las prácticas lobistas de las compañías tabaqueras.
“Durante toda su historia han tenido un papel cínico y poco digno. Su único fin
era ganar dinero, aunque para ello tuviesen que echar cientos de componentes
químicos al tabaco para incrementar las adicciones. Cuando fueron llevadas a
los tribunales utilizaron todas las armas a su alcance y su ejército de
lobistas para alcanzar acuerdos extrajudiciales. Desde este punto de vista creo
que se puede tildar a las compañías tabacaleras de piratas”, denuncia
Artola. El 99% de la resistencia a dejar de fumar es psicológica.
Quizá por este motivo, además de por la
abundante información que existe hoy en día sobre el tabaco, el vicio de fumar
está en declive, al menos en Occidente y entre las generaciones más jóvenes (en
los países en vías de desarrollo sí sigue aumentando el número de fumadores,
debido sobre todo, a la incorporación de las mujeres, según el último
informe de la OMS). A pesar de esta tendencia, y de que la imagen icónica del
tabaco ya no funciona entre las generaciones más jóvenes, el fin del tabaco en
la sociedad todavía no está del todo asegurado....
DE FUMADOR A SUPERHOMBRE
Marcos
Rastrilla, de 30 años, vivía enganchado a la nicotina. En 2008 su vida dio un
giro radical. Ahora ya es un triatleta contrastado
Marcos Rastrilla es un caso de
superación indiscutible. En 2008, la vida le dio un golpe fuerte. Se quedó sin
trabajo y veía su futuro oscuro. Marcos fumaba por aquel entonces un paquete y
medio al día. También acostumbraba a beber cerveza con sus amigos con cierta
frecuencia. De deporte, lo justo. Algún que otro partidillo de fútbol, pero
poco más. La Mitja de Tarragona le abrió los ojos. El protagonista recuerda
cómo empezó su ‘nueva’ vida. «Es un día que lo tengo grabado en la memoria.
Salí a la calle a por tabaco. Estaba en la Vía Augusta y vi un cartel
promocional de la Mitja Marató de Tarragona. Decidí no comprar tabaco y sí apuntarme
a la Mitja. Desde entonces no he vuelto a fumar». De eso hace ya cuatro años.
Marcos se ha convertido en un amante del deporte.
De aquella situación triste, tras
quedarse sin empleo, Marcos sacó el lado positivo y miró hacia adelante. La
Mitja de Tarragona se convirtió en el punto de partida de una trayectoria
meteórica. «Decidí que necesitaba un cambio. Creo que he acertado. Empecé a
correr y a prepararme. Todo surgió en la Mitja, aunque luego seguí participando
en varias pruebas». El tabaco también pasó a la historia. «Evidentemente el
cambio ha sido brutal, me siento mucho mejor».
‘No hay límites’
Rastrilla quiso evolucionar. No se
conformó con el running. Buscó nuevos retos personales. Disfrutaba con lo que
hacía, pero necesitaba progresar. En junio de 2009 se tiró a la piscina y
empezó a nadar. Quizás su asignatura más difícil. «Me costó al principio, pero
voy progresando». Eso le ha permitido abrir nuevos horizontes. Se atrevió con
los Duatlones y los Triatlones. Poco a poco su cuerpo fue respondiendo a la
exigencia. Él no conoce sus límites. «De momento no los he encontrado. Creo que
las personas no somos conscientes de lo que podemos llegar a hacer. No sólo en
el deporte, también en la vida. Si ponemos ilusión y nos entregamos al máximo
podemos llegar dónde queramos».
En la actualidad forma parte del
Cambrils Club Triatló, aunque entrena en Torredembarra, donde también reside.
Concretamente, en el Fitness Club Anura. «Me están ayudando muchísimo con los
entrenamientos», dice. El triatleta no considera que estas pruebas extremas
sean cosa de ‘superhombres’. «La gente muchas veces lo ve como algo imposible,
pero no lo es. Cualquier persona normal, con dedicación y entrenamiento puede
llegar a competir en un triatlón»...
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