sábado, 6 de abril de 2013

Casos reales


TABACO YA NO SOY TU ESCLAVA

Tal día como hoy, hace 4 años, te fuiste de mi vida. Espero que para siempre. Tal día como hoy, hace 4 años, dejé de ser tu esclava, dejé de saborearte, dejé inhalarte y casi he dejado de olerte.

Nunca pensé que lo conseguiría. Has sido compañero inseparable desde mi época de adolescente rebelde y pensaba que echarte de mi vida no sería posible pero sí, lo conseguí, fui valiente y te alejé de mí. Y eso que nadie me creía capaz, ¡yo la primera!

Sin ti he descubierto que las comidas tienen unos sabores maravillosos, he vuelto a recordar y disfrutar olores olvidados —aunque algunos podrían seguir en el olvido—, a que en vez de tranquilizarme, me exaltabas más, que en el cine ya no miro el reloj para saber cuándo podré tenerte otra vez entre mis labios. Siempre pensé que sabías bien… ¡qué equivocada estaba!

Sé que alguien se siente muy orgulloso de mí...

ADIOS AL TABACO, DIARIO DE UN FUMADOR EMPEDERNIDO.

El próximo 21 de diciembre cumplo cincuenta años y he decidido dejar de fumar. Llevo haciéndolo desde los 14 años sin pausa y ha llegado el momento de plantarme. Mi relación con el tabaco acaba en unos días y estoy ¿preparado? Convencido al menos sí, es el primer paso, el más importante.

Tengo muy repasadas las mil y una razones por las que debo dejarlo aunque ahora siento vértigo, ahogo. Algo parecido a un latigazo vertical como cuando se piensa en la muerte. Soy de una generación en la que el cigarrillo era cosa de hombres, de la que fumar era de modernos. De la única generación que ha fumado en las aulas, en los aviones, autobuses y hasta en los hospitales. Mi generación comenzó llevando los cigarrillos sueltos en los calcetines aunque, eso sí, cada uno fumaba su marca. Emboquillado o sin boquilla, americano o canario, mentolado o con filtro adicional. Puros, pipas, de masticar, de liar, maquinillas con sus maquetas compañeras y hasta colonias. Lo he probado todo y he pasado por todas las etapas. Para que entendamos el grado de tabaquismo que sufro os contaré una, de las miles, anécdotas que tengo relacionadas con mi adicción.

En un aeropuerto mexicano de regreso a España tras unas vacaciones, viajaba solo y me vi atrapado en la zona de embarque con muchas horas de espera por delante y otras tantas de vuelo, amén de trasbordos y los famosos delayed. Muchas horas sin fumar me aguardaban y por otro lado una barrera de militares que me separaban de la posibilidad de encender el último pitillo. En aquel momento sufrí algo similar a lo que me pasa por el cuerpo cuando pienso en que voy a dejar el tabaco.

En aquel momento utilicé técnicas de yonki y logré fumar. Me dirigí a un soldado que tenía la culata en la barbilla y el cañón de su fusil mirando al suelo y le conté que iba a encender un cigarro y que me daba igual que me detuviese o que me disparase. Antes de que pudiese reaccionar le dije que estaba de viaje de novios en Cancún y que mi esposa se había liado con un camarero del hotel, un mexicano fornido que la había trastornado y que yo me volvía para España solo, con toda la deuda de la boda y el viaje y con un par de cuernos retorneados y que era enfermo de tabaquismo y me daba igual que acabase mi vida en ese momento. El soldado cogió mi pasaporte y me pidió que le acompañase. Me llevó a la puerta del aeropuerto y allí me pidió un cigarro que nos fumamos hablando de Hugo Sánchez y Torrado.

En esta ocasión no utilizaré malas artes y me voy a enfrentar con el “mono” como un valiente. Sin trampas ni camelos. Además de las razones relacionadas con la salud, de las que hablaremos, de las psicológicas, de la recuperación del olfato, el gusto… mmm el sabor de las cosas, se trata de cuestiones económicas. Me siento muy mal cada vez que compro una cajetilla de tabaco que cuesta en torno a los 5 euros. Comprar una cajetilla me causa cargos de conciencia que me superan. Con ese dinero come una familia de cinco personas. Me tiembla la mano.
Hoy tengo el paladar quemado por el humo, un resfriado crónico y dificultad para respirar. Fumo una cajetilla diaria y lo voy a dejar, de golpe, sin parches, ni fármacos. Y éste es mi plan:

1.- Convencerme. Este paso está superado. Para los que queráis seguir este método os recomiendo que anotéis en un papel las ventajas de dejar de fumar. Visualizarlas una a una, deteneos y haced hasta una historia con ello. Poned también los inconvenientes, no os ocultéis la realidad, la lucha será dura y no puede haber nada oculto o engaño. Sopesar, valorar, analizar. Una vez convencido pasad al segundo paso.

2.- Poner fecha y comunicar el compromiso. En mi caso poner fecha ha sido importante para ir preparando el cuerpo. Para reafirmar los pros y afianzar la idea mientras se va reduciendo la cantidad de nicotina que entra en el cuerpo. En mi caso he pasado a fumar la mitad. Los cigarrillos habituales los voy alternando, privándome de uno de cada dos. Suplo esos cigarrillos mecánicos por un vaso de agua. Intento no alterar mi vida normal aunque tomo menos excitantes, tipo café o alcohol.

3.- Implicar en la empresa a familiares y amigos. Hacer un diario, recibir experiencias de otros ‘héroes’ que han conseguido salir, contar lo que se siente en cada momento y buscar consuelo en los momentos complicados. Descubrir olores desconocidos, sabores diferentes y aire limpio en los pulmones. Compartir esas sensaciones con …

SOLO DEJAS DE FUMAR, NO DE VIVIR

 “Yo fumaba como un carretero, pero lo dejé cuando cumplí 50 años. Si lo dejas a esa edad no hay ningún problema, el cuerpo se recupera y es como si no hubieras fumado nunca”. Estas fueron las palabras que resonaron en la conciencia de Ricardo Artola, autor de Y un día dejé de fumar (La esfera de los libros) cuando cumplió los 50 y que le ayudaron a tomar la decisión de dejar el tabaco. El particular oráculo griego de Artola se llama Dimitrios, “un tipo fornido y con un color de piel saludable, que conocí en un pequeño hotel de una isla griega. Cualquiera hubiera firmado por tener su aspecto a los 60 años, que eran los que tenía cuando lo conocí”. Los llamados ‘síntomas inquietantes’ (obstrucción respiratoria, taquicardias, envejecimiento de la piel, etc.) hicieron el resto.

Artola cuenta su experiencia en primera persona, sin paternalismo, sin imperativos, sin redundar una vez más en las más que sabidas consecuencias nocivas del tabaco para la salud, y con un característico tono cómico; lo que aleja a Y un día dejé de fumar de los cientos de libros de autoayuda publicados sobre este tema. “No quise contaminarme con lo que dicen la mayoría de manuales porque fui fumador durante muchos años, negro y rubio, con y sin filtro, picadura de liar y aquellos sensuales e interminables More. ¡Hasta he fumado estando ingresado en un hospital! Cuando lo dejé tuve una intuición que se cumplió y quería contar mi experiencia, por eso parto de un enfoque totalmente distinto al habitual”, resume el autor.

 Si se superan los seis primeros meses, ya solo vuelve a caer una de cada diez personas. Nadie duda de las dificultades que entraña dejar de fumar, “tampoco es hacer un arco de iglesia”, matiza Artola, “pero sí un esfuerzo que te cambia la vida agradablemente”. Dependiendo de las circunstancias personales de cada fumador, se valorarán más o menos las distintas ventajas de abandonar este vicio. Unos mirarán el bolsillo, otros la salud, otros apreciarán recuperar el gusto y el olfato o simplemente apreciarán que su ropa deje de oler a humo o el aliento no desagrade a sus parejas. Sin embargo, para este madrileño y empedernido viajero, la mayor ventaja de abandonar este vicio es la libertad. “Cuando ya no fumas, que en mi caso fue una constante durante unos 32 años, te notas más libre al dejar de depender y organizarte en función del tabaco. El aspecto del deporte también ha sido curioso, cuando dejas de fumar parece que el propio cuerpo te pide ejercicio, lo que te viene muy mal para no engordar en la primera fase de deshabituación”.

“Cada día que pasas sin fumar es mejor que el anterior”

El proceso de dejar el tabaco entraña una serie de dificultades, pero la más grande es tomar en serio la decisión y superar el primer día sin fumar. “Si se recae hay que volver a intentarlo”, apunta el autor. La primera fase de este proceso es la más complicada porque hasta que el cuerpo no se desintoxica totalmente de la nicotina –alrededor de tres días– se experimentará un mono físico. “Yo lo pasé a base de agua, chicles y un poco de ejercicio porque tienes muchos pinchazos de hambre, casi tantos como cigarros te fumabas”. Una vez superadas estas primeras 72 horas sin fumar, llega la segunda fase, la del mono psicológico. Con una duración de entre un mes y un mes y medio, en este tiempo el peor enemigo son los hábitos; “unas costumbres que cuesta abandonar, pero menos a medida que va pasando el tiempo”. La tercera y última fase comienza a partir del mes y medio y, si se superan los seis primeros meses, ya solo recae una de cada diez personas que lo intentan. La imagen icónica del tabaco ya no funciona entre las generaciones más jóvenes

“Cada persona es única. Es mejor olvidarse de lo que dicen de dejar de fumar”, apunta Artola en su libro, y anima a tratar los clásicos libros de autoayuda u otros ‘métodos milagrosos’ como simples muletillas, pero en ningún caso como una panacea para conseguir este objetivo. “Lo único que realmente ayuda es que cada día que pasa es mejor que el anterior. Cada paso resulta más sencillo que el anterior, y el más difícil es el primero”, asegura Artola. Sin embargo, reconoce que, como el 99% de la resistencia a dejar de fumar es psicológica y no física, cada uno debe marcarse sus propias metas y trucos según su forma de ser y su grado de adicción.

La decisión tanto de fumar como de dejarlo se circunscribe pues, a la esfera personal. Por eso el escritor no cree que las medidas legales contra el tabaquismo, como la obligación de colocar siniestras fotografías en las cajetillas y mensajes disuasorios, cumplan realmente con su fin. No creo que nadie se plantee dejar de fumar por estas fotografías, al menos en mi caso lo único que provocaba es que buscase cajetillas con imágenes menos desagradables, pero nunca me motivaron para abandonarlo”.

El declive cultural del tabaquismo en las sociedades occidentales

Donde realmente habría que intervenir, según el autor, es en las prácticas lobistas de las compañías tabaqueras. “Durante toda su historia han tenido un papel cínico y poco digno. Su único fin era ganar dinero, aunque para ello tuviesen que echar cientos de componentes químicos al tabaco para incrementar las adicciones. Cuando fueron llevadas a los tribunales utilizaron todas las armas a su alcance y su ejército de lobistas para alcanzar acuerdos extrajudiciales. Desde este punto de vista creo que se puede tildar a las compañías tabacaleras de piratas”, denuncia Artola. El 99% de la resistencia a dejar de fumar es psicológica.

Quizá por este motivo, además de por la abundante información que existe hoy en día sobre el tabaco, el vicio de fumar está en declive, al menos en Occidente y entre las generaciones más jóvenes (en los países en vías de desarrollo sí sigue aumentando el número de fumadores, debido sobre todo, a la incorporación de las mujeres, según el último informe de la OMS). A pesar de esta tendencia, y de que la imagen icónica del tabaco ya no funciona entre las generaciones más jóvenes, el fin del tabaco en la sociedad todavía no está del todo asegurado....

DE FUMADOR A SUPERHOMBRE

Marcos Rastrilla, de 30 años, vivía enganchado a la nicotina. En 2008 su vida dio un giro radical. Ahora ya es un triatleta contrastado

Marcos Rastrilla es un caso de superación indiscutible. En 2008, la vida le dio un golpe fuerte. Se quedó sin trabajo y veía su futuro oscuro. Marcos fumaba por aquel entonces un paquete y medio al día. También acostumbraba a beber cerveza con sus amigos con cierta frecuencia. De deporte, lo justo. Algún que otro partidillo de fútbol, pero poco más. La Mitja de Tarragona le abrió los ojos. El protagonista recuerda cómo empezó su ‘nueva’ vida. «Es un día que lo tengo grabado en la memoria. Salí a la calle a por tabaco. Estaba en la Vía Augusta y vi un cartel promocional de la Mitja Marató de Tarragona. Decidí no comprar tabaco y sí apuntarme a la Mitja. Desde entonces no he vuelto a fumar». De eso hace ya cuatro años. Marcos se ha convertido en un amante del deporte.

De aquella situación triste, tras quedarse sin empleo, Marcos sacó el lado positivo y miró hacia adelante. La Mitja de Tarragona se convirtió en el punto de partida de una trayectoria meteórica. «Decidí que necesitaba un cambio. Creo que he acertado. Empecé a correr y a prepararme. Todo surgió en la Mitja, aunque luego seguí participando en varias pruebas». El tabaco también pasó a la historia. «Evidentemente el cambio ha sido brutal, me siento mucho mejor».

‘No hay límites’

Rastrilla quiso evolucionar. No se conformó con el running. Buscó nuevos retos personales. Disfrutaba con lo que hacía, pero necesitaba progresar. En junio de 2009 se tiró a la piscina y empezó a nadar. Quizás su asignatura más difícil. «Me costó al principio, pero voy progresando». Eso le ha permitido abrir nuevos horizontes. Se atrevió con los Duatlones y los Triatlones. Poco a poco su cuerpo fue respondiendo a la exigencia. Él no conoce sus límites. «De momento no los he encontrado. Creo que las personas no somos conscientes de lo que podemos llegar a hacer. No sólo en el deporte, también en la vida. Si ponemos ilusión y nos entregamos al máximo podemos llegar dónde queramos».

En la actualidad forma parte del Cambrils Club Triatló, aunque entrena en Torredembarra, donde también reside. Concretamente, en el Fitness Club Anura. «Me están ayudando muchísimo con los entrenamientos», dice. El triatleta no considera que estas pruebas extremas sean cosa de ‘superhombres’. «La gente muchas veces lo ve como algo imposible, pero no lo es. Cualquier persona normal, con dedicación y entrenamiento puede llegar a competir en un triatlón»...

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